Hoy he tenido la oportunidad de cenar en el puesto de la Casa de Asturias de la Gran Vía, y recordando toda la temática que rodea a la historia de la batalla de Covadonga y Don Pelayo, me ha venido a la mente un romance que me aprendí de un libro que teníamos en sexto de primaria. Trata sobre la derrota de Don Rodrigo en la batalla de Guadalete, tras la que se produjo la invasión musulmana de la península en 711 d.C.
Las huestes de don Rodrigo
desmayaban y huían,
cuando en la octava batalla
sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas
y del real se salía;
solo va el desventurado,
que no lleva compañía,
el caballo de cansado
ya mudar no se podía,
camina por donde quiere,
que no le estorba la vía.
El rey va tan desmayado
que sentido no tenía;
muerto va de sed y hambre
que de verle era mancilla,
iba tan tinto de sangre
que una brasa parecía.
Las armas lleva abolladas,
que eran de gran pedrería,
la espada lleva hecha sierra
de los golpes que tenía,
el almete, de abollado,
en la cabeza se le hundía,
la cara lleva hinchada
del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro,
el más alto que veía;
desde allí mira su gente
cómo iba de vencida;
de allí mira sus banderas
y estandartes que tenía,
cómo están todos pisados
que la tierra los cubría;
mira por los capitanes,
que ninguno parecía;
mira el campo tinto en sangre,
la cual arroyos corría.
El triste, de ver aquesto,
gran mancilla en sí tenía;
llorando de los sus ojos
de esta manera decía:
-Ayer era rey de España,
hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos,
hoy ninguno poseía;
ayer tenía criados
y gente que me servía,
hoy no tengo una almena
que pueda decir que es mía.
¡Desdichada fue la hora,
desdichado fue aquel día
en que nací y heredé
la tan grande señoría,
pues lo había de perder
todo junto y en un día!
¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes
y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino,
pues se te agradecería?
3 comentarios:
Me acuerdo perfectamente del libro en que salía este romance. Sin duda, una gran obra que junta literatura e historia, la cual espero siga siendo impartida en las clases.
CALVOOO
LA LISTA DE LOS REYES MOROS
Entre angustias y sudores
y calvario de los ojos,
padecimos sinsabores
por culpa de promotores
imperiales con antojos.
Con España hecha un erial
entre la hambruna masiva,
trajeron al pegujal
y escuelas del andurrial
a godos en comitiva.
Se empeñaron los jerarcas
con empeño denodado,
supiéramos de monarcas
que aún calzaban albarcas
y a la Hispania gobernado.
La lista estaba formada
por treinta y tres visigóticos,
y era así tan alargada
y tan densa y tan poblada
por reinar reyes caóticos.
Se morían de repente
o de pronto asesinados,
y otra coronada frente
ante aquel cuerpo presente
allí mismo nominados.
Candidatos eran varios
los aspirantes al trono,
y en aquellos escenarios
de títulos nobiliarios
disputaban con encono.
En círculo nos ponían
a coruchos escolares,
y salmodiar nos hacían
mientras espaldas crujían
a los godos seculares.
La lista la encabezaba
Ataulfo, era el primero,
Sigérico al que heredaba
Walia y, luego lo alcanzaba
Teodorico el guerrero.
Le sucedió Turismundo
y Teodorio después,
Alarico más jocundo
y nosotros ni un segundo
de recitar sin traspiés.
Después con el cisma arriano
Gelaelico cismático,
y Amalarico algo vano
que fue un buen rey ciudadano
que se acomodó pragmático.
Theudis, luego Teusidelo,
Agila y Atanagildo,
Liuva que miraba al suelo
y Leovigildo al cielo
por culpa de Hermenegildo.
Llegó Recaredo y Siuva,
Witérico y Gundemaro,
que dicen que el mosto de uva
lo trasegaban cual cuba
de tonel hispano avaro.
Nombre hay repetitivos
de ordinal correspondiente,
sobrevivían los vivos
si no acababan cautivos
del nuevo rey y de su gente.
Suíntila con Sisenando,
Thintila y sucedió Tulga,
Khindasvinto fue reinando
con Recesvinto esperando
como un can cuando se espulga.
Wanba delegó en Ervigio,
Egica reino con Witiza,
¡cuánto rey, cuánto litigio!
sin llevar el gorro frigio
hartos de gozos en liza.
Rodrigo fue el colofón
de tanto godo en el trono,
¡qué castigo qué tostón!
salmodiando relación
con voz meliflua en el tono.
El Poeta Corucho
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